viernes, 18 de mayo de 2012

TIEMPOS MODERNOS


por Rachel Benz
 
Un gran sabio dijo una vez, no hay nada que enseñar a alguien, solo hay que ayudarlo a descubrir lo que ya sabe desde siempre.

El diseño de las economías de la mayoría de naciones en las que reina el capitalismo, se sustenta en la creencia de que “Tenemos que competir para poder sobrevivir”. Estamos educados para producir, y para juzgar por lo realizado, y eso produce nuestra infelicidad.
A veces tenemos la sensación de que todo eso que nos contaban nuestros padres de “si quieres llegar a ser alguien en la vida tendrás que estudiar” ha sido una gran mentira.
Considero que ese dogma que nos inculcaron, proviene de una generación que apenas había tenido posibilidad de acceso a los estudios superiores o incluso medios. Cuando veían a un ingeniero, abogado o médico de la época les parecía que eran seres de otro planeta. Y entonces, cuando de repente accedemos al mundo laboral, y esas ilusiones y proyectos que habías construido en tu mente, se tornan en desprecio y nulo reconocimiento, el “batacazo” resulta descorazonador.
 
Esta situación no es resultado directo del momento de crisis económica en la que nos encontramos inmersos, que sin duda lo potencia, no es algo novedoso y que nos pille por sorpresa.
Sin duda, la educación en gran medida sea el problema de fondo de todas estas cuestiones. Y ello debido a que valores como la dedicación al trabajo, el esfuerzo, la capacidad de buscar motivaciones intrínsecas al margen de las extrínsecas para desempeñar las labores del día a día, la capacidad de innovación, la libertad de pensamiento deberían enseñarse junto con toda esa vorágine de asignaturas troncales y obligatorias que imponen los actuales sistemas educativos.
 
Comparto con vosotros una frase magistral de Isaiah Berlín: “Los valores, éticos, políticos, estéticos, no son algo objetivamente dado, no son estrellas fijas de un firmamento platónico, eterno, inmutable, que los hombres sólo pueden descubrir utilizando el método adecuado. Los valores los engendra el yo humano creador. El hombre es, sobre todo, una criatura dotada no sólo de razón sino de voluntad. La voluntad es la función creadora del hombre.”
 
Llegados a este punto, debemos plantearnos si es necesario un cambio de valores en la educación escolar; ¿Qué valores deben predominar, los que vienen haciéndolo hasta este momento, los cuales han ofrecido resultados poco satisfactorios, o deberíamos prestar mayor atención a diferentes áreas como son la inteligencia emocional  y la empatía?
 
Se trata pues, de fomentar la inteligencia social y no sólo la individual, hacer que sirva para concatenar cerebros dispares y distintos, tomando buena nota de sus diferencias étnicas, culturales y sociales.
 
La sociedad occidental, caracterizada por ser la más avanzada, la del progreso, el capitalismo y el consumo masivo, ha generado una cultura de empresa que coloca la motivación de los empleados en el corazón de la productividad.
 
Si pretendemos que las generaciones venideras hereden un mundo algo mejor del que nosotros hemos conocido, debemos comenzar inmediatamente a cambiar esta tendencia. En mi humilde opinión, esto puede llegar a lograrse fomentando entre los más jóvenes las habilidades sociales, la competencia emocional, la inteligencia emocional, el trabajo cooperativo, etc. Materias transversales pero no reales en la práctica del sistema educativo. Enseñamos a nuestros hijos a ser competitivos e individualistas en un mundo donde para avanzar es necesaria la cooperación, las relaciones sociales y la autoestima. Todo esto indica que nos estamos equivocando en algo.
 
El futuro se construye ayer, hoy simplemente lo vivimos.

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