lunes, 7 de mayo de 2012

AMERICAN WAY OF LIFE - La envidia o el "para ti no lo quiero"



Comentaba la última vez lo mucho malo y lo poco bueno que aportaba un sentimiento como la envidia a la sociedad y cultura españolas. Ya Unamuno y Quevedo en sus años refirieron a esta relación de términos en sus escritos, y qué decir de en la actualidad, cuando periodistas y analistas se amparan en esta “tristeza o pesar del bien ajeno” para dar cuenta de, y valga la redundancia, lo mucho malo y lo poco bueno que está suscitando la actitud de los españoles en la economía nacional. Me acusaban el mes pasado, en esa siempre ignorada pero importantísima sección de comentarios, de lo “pretencioso” de mi anterior comparativa, y a cuyos matices me remitiré a lo largo de esta colaboración lo más que pueda; no dudo de las innumerables menciones bibliográficas o históricas, sean ellas fundadas, que son necesarias a la hora de analizar la mentalidad de un país entero, sobre todo viviendo en él casi 50 millones de habitantes, pero apelaré al sentido común del lector, que es bien conocedor de su entorno y comunidad, para que valore con mayor o menor criterio de lo que hablaré en los próximos párrafos.

El excepcionalismo americano es esa teoría por la cual Estados Unidos es diferente a todos los otros países que pueblan este planeta y que distingue a los estadounidenses como los más igualitarios, liberales, individualistas y populistas del mercado global -porque qué es esto sino un gran mercado de ideas y personas-. Sujetarse a este idealismo es tan hipócrita como denominar a España un país en plena recuperación económica; pero por otro lado sí es necesario extraer parte de este credo, de este American Exceptionalism, para deducir el problema de fondo de nuestro país, aquél que irremediablemente nos aleja del progreso. El individualismo en Estados Unidos está fundado en las letras que suscriben su Constitución, en la burocracia que se mueve por sus instituciones públicas y en los barrios de casas adosadas de sus grandes ciudades; su modelo económico, social y cultural está tan alejado del nuestro que en principio es difícil hacerse a la idea de cómo un plan semejante puede adaptarse a nuestra península, pero basta con entender que la meritocracia -entendida ésta como una idea, no como forma de gobierno- ha funcionado antes; puede que EEUU no pase por sus mejores días en cuanto a movilidad social o laboral, pero cuando la crisis no arreciaba entre sus ciudadanos esos valores que comentaba lograron que sus índices de cambio entre los estratos sociales fuera altísimos y que las posibilidades de cumplir el American Dream se antojaran como factibles.

En EEUU, el individualismo se pone de relieve tanto en los microcosmos urbanos, donde las relaciones interpersonales son muy ‘especiales, como en los mismos derechos constitucionales, aquellos por los cuales se tiende a favorecer al uno en detrimento del todos, cuestión que en España es prácticamente contraria, puesto que se tiende a reconocer la estupidez del ciudadano y a elegir por él, excusándose siempre en la solidaridad social más ventajista -por algo pagamos la sanidad del que fuma o bebe más de la cuenta-. Claro que en estos términos nosotros tenemos bien arraigadas nuestras ideas y es excesivamente complejo ponerse a cuestionarlas ahora, pero para algo estamos aquí escribiendo. Pero si estos cambios todavía parecen demasiado utópicos y rebasan los límites que estamos dispuestos a aceptar, también podemos valorar algunas de las máximas que se proclaman al otro lado del charco: “Be your own best friend”, “if you don’t look for yourself, no one else will”, y un largo etcétera. La independencia familiar más temprana o el apego a la ambición y el ‘soy el mejor que los demás y voy a demostrarlo’ son algunos de los otros aspectos a pulir con mayor esmero de cara al futuro.

El problema de fondo, y cuestión de este artículo, es la envidia que tenemos con respecto a aquel que logra independizarse y salir airoso, aquel que lucha por su trabajo, se esfuerza y consigue un ascenso, aquel que funda una empresa y funciona… en España quizá no podamos llegar a hablar de una envidia candente y superficial, ni mucho menos de una envidia sana, quizá debamos hablar de una falta de respeto al que sabe manejarse en las esferas del individualismo, al que se desmarca del funcionariado clásico que almuerza durante dos largas horas, al que se compenetra con el empresario que le da trabajo, al que prepone las horas de trabajo a las airosas charlas -cigarro en mano- a la puerta de la fábrica de turno. Los coches, casas o trabajos de los demás no se miran con gestos de admiración, sino con repulsa e incluso sospecha, pues lamentablemente el éxito ‘fácil’ -enchufes, manos largas…- está muy a la orden del día. Hemos llegado a un punto en el que se prefiere lo peor para el conciudadano, hemos llegado al ‘para ti no lo quiero’. ¿De verdad no queremos lo mejor para nuestro vecino? ¿No es mejor mirarse en ellos y aprender?

Queda por ver cuánto estamos dispuestos a sacrificar por avanzar hacia adelante -porque ahora mismo avanzamos hacia el lado contrario-, pero hay que entender que el copia y pega, el entender a sociedades mucho más prósperas a la nuestra y calcar sus métodos, no debe rechazarse, no deben darse pasos en falso hacia la consecución de esas tentativas, debemos admitir los errores y acarrear con las consecuencias de lo que significa cambiar a mejor. La sociedad americana es una de tantas, pero a mí es la que más me gusta, ¿cómo lo veis vosotros?


1 comentario:

  1. Discutible pero interesante post como el primero. De eso se trata, no? De convertir esto en un foro de debate. La sociedad americana americana también es una de mis preferidas pero sobre todo cuando tratas al individuo, base de la misma, que es optimista y emprendedor por principios. Sin embargo, como colectivo deja bastante que desear, supongo que como en todas las sociedades occidentales capitalistas que pretenden mantener su status quo desde su hipocresía universal.

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