lunes, 8 de noviembre de 2010

Volver a ser de repente (by Lorenzo Herrero)



Corren malos tiempos para el teatro de la vida, escasean los actores y abundan los figurantes. ¿Quiénes desempeñarán los papeles protagonistas?

Hoy asistimos como telespectadores a la risa, al llanto, al amor, al sexo... en vez de reír, llorar, amar, gozar... Hoy consumimos con voraz apetito las andanzas de un grupo de jóvenes en pos de la fama o el triunfo, devaluadas palabras convertidas en deleznables eufemismos del dinero. Pero hoy también cada persona que abre un libro, que escribe un poema, que se compromete con algo o con alguien es reflejo de que la vida no se resigna a perder la batalla con el tedio.

Creador y creyente, luchador y soñador son demasiado a menudo náufragos en la corriente de la abulia individualista y ególatra en que fluye nuestra sociedad. Personas que se resisten a la cruel, cómoda e incluso gratificante, tiranía de la masa, que se apodera de nuestras vidas para reducirlas a meros estudios estadísticos. Gente que pelea por escribir su historia, por protagonizar su vida, por hacer más llevadera la vida de los demás.

La juventud, es el caldo de cultivo donde nace el revolucionario, el inconformista, el artista y el idealista; donde el deseo es más fuerte que el temor a la represión, donde el premio le roba la cartera al castigo sin importarle el riesgo. Y es hoy cuando jóvenes, incluso de 70 años, se aventuran a destacar frente a decrépitos ancianos imberbes sin recuerdos a los que aferrarse. Jóvenes que no aceptan excusas ni demoras a la hora de rebelarse frente al mundo en el que viven, capaces de mirar con otros ojos la realidad que les rodea. Epígonos aventajados de Marcuse que han comprendido que para cambiar el mundo hay que comenzar por cambiar uno mismo.

Hoy, en nuestro mundo occidental, no existen dictadores a los que derrocar, ni revueltas obreras que apoyar, ni siquiera movimientos de vanguardia que seguir pero, aún así, hay injusticias contra las que luchar. Es impensable revivir otro Mayo del 68, ni otra primavera de Praga pero, dentro de nuestra sociedad, se está generando una nueva revuelta, una revolución sin armas, sin cargas policiales, sin barricadas. Una revolución gestada en el seno de cada figurante que decide dar un paso al frente y dejarse iluminar por los focos para ser él luz. Una revolución que nace cuando el maquillaje comienza a descascarillarse y nos deja ver la realidad. Una revolución que da sus primeros pasos cuando cada joven trueca el mando a distancia por la pluma de la solidaridad y empieza a escribir su historia, y junto a miles de jóvenes iguales a él están escribiendo la historia de su ciudad, de su país, del mundo.

Las filas del ejército de la solidaridad crecen día a día con jóvenes, de cualquier edad, raza y condición, hastiados de buscar y no encontrar, abrumados por los falsos vendedores de la verdad, de la justicia y de la paz; desengañados de carteles, pasquines y libelos, repletos de promesas. En las organizaciones no gubernamentales cooperan amas de casa, universitarios, jubilados, parados y trabajadores. En ellas tiene cabida todo aquel que esté dispuesto a comprometerse para hacer que el mundo sea un lugar cálido y habitable. Y cada uno se compromete como puede, con su trabajo, con su apoyo económico… Mano con mano se funden en el espíritu que les mueve a actuar creando en ellos una conciencia que les hace ser testigos de que no todo está perdido, de que la justicia triunfará un día, porque ellos día a día van ganando pequeñas batallas.

El compromiso que, por su naturaleza, tiene el hombre con la sociedad en la que vive es el que ha impulsado durante siglos a los filósofos, a los científicos, a los políticos a trabajar por un mundo mejor. Es hoy -cuando los partidos confluyen en las mismas ideas aun con diversos matices, cuando ninguna política es indiscutiblemente mejor que otra- cuando más claramente podemos divisar que las ideologías pueden desaparecer, pasar de moda, pero no así los ideales.

Hoy los jóvenes, y por eso lo son, sienten una vez más en su interior la llamada a rebelarse contra lo preestablecido, quieren hacer las cosas por sí mismos en lugar de encontrárselas hechas, desean una vez más ser partícipes en la construcción de la historia.

Somos testigos de la proliferación de organizaciones orientadas al voluntariado, organizaciones encaminadas a mejorar la sociedad, a paliar las injusticias, a calmar la sed de los que necesitan pilares donde sustentar su rebeldía. Y nos encontramos cara a cara con una nueva revolución de los claveles, porque el voluntario cambia el mundo, aunque no por la ayuda que puede prestar a la naturaleza, al pobre, al marginado... más bien porque dentro de él ha comenzado a brotar una flor, la flor de la juventud, la flor del compromiso y la flor de la solidaridad. Esa flor, la que el payaso entrega a los niños que lloran para calmar su angustia, esa flor símbolo del comienzo, del amor, de la risa, nos hace, en palabras de Violeta Parra, “Volver a ser de repente”.

Artículo cortesía de Lorenzo Herrero
Sigue su twitter: @loquepajque

3 comentarios:

  1. Gracias por el post Lorenzo.
    Un abrazo fuerte.

    Borja

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  2. Lo de abrazo fuerte, no te pega... Suena a teletubbie, tu y yo no somos de esa generación por suerte creo...

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  3. Cuánta razón tienes en todo, pero sobre todo en la primera mitad...

    Quizás (por decir algo constructivo) para el siguiente post te aconsejo no adornar tanto todo siempre, sino simplemente dejar detalles para "placidez del ojo", aunque no me hagas mucho caso porque yo para esto no valgo.

    Un tiro en la sien.

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